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Por Wolfgang Giegerich.

Pasaje tomado de Wolfgang Giegerich, ‘Working With Dreams. Initiation into the Soul’s Speaking About Itself’ [Trabajando con sueños. Iniciación al hablar del alma acerca de sí misma], pp. 206-213. Traducción de Alejandro Bica.

Lo que sigue […] es una meta-reflexión sobre la función y el propósito profundo del trabajo dedicado con los sueños.

Hemos discutido la visión junguiana del sueño como un sí mismo, como su propia interpretación, y como teniendo todo lo que necesita dentro de sí mismo. También nos hemos sometido al golpe narcisista que equivale el dicho de Jung, “¡Ahora eso tiene algo que decir, no tú!” y vimos que la consecuencia metodológica de este dicho es la necesidad de nuestro desaparecer [going under] —de nuestro circumbalar el sueño e interiorizarnos en el sueño. Cuando ahora me vuelvo a una discusión exhaustiva de la última afirmación de Jung,

“Simplemente tenemos que escuchar lo que la psique espontáneamente nos dice. Lo que el sueño, que no está hecho por nosotros, dice, es tan solo eso. Dilo nuevamente tan bien como puedas. Quod Natura relinquit imperfectum, Ars perficit. [¡Lo que la naturaleza deja incompleto, el arte lo perfecciona!]” (Letters 2, p. 591, A Read, 2 de septiembre de 1960.)

veremos que expresa una dialéctica y que inherente a una interpretación onírica realmente junguiana no hay solo un movimiento de nuestro propio “desaparecer”, sino también un contramovimiento definido al movimiento “¡no tú!!”, concretamente un movimiento precisamente al “¡TÚ!” (o “yo”, el sujeto). Esto puede sonar sorprendente, pero es una consecuencia de esta dialéctica.

El comienzo del dicho de Jung confirma claramente la postura que hemos trabajado previamente: “Tenemos que escuchar”, es decir, debemos ser receptivos a lo que se muestra por su propio acuerdo (“espontáneamente”) y a lo que es “tan solo eso”. El alma es la que habla. Nosotros tenemos que estar en silencio, ser nada más que oyentes.

Pero luego viene: “Dilo nuevamente tan bien como puedas.” A primera vista quizás aún podríamos pensar que esto significa nada más que adherirse al texto: no se supone que traigamos ninguna innovación, expansión, adición, modificación a él, sino ser fieles al texto del sueño. Lo que se demanda es un compromiso con la estricta mismidad, con el carácter de “tan solo eso”. Como indica la frase adjunta, “tan bien como puedas”, este “dilo nuevamente” tampoco significa repetición simple, tal como nuestro leer el texto del sueño en voz alta, recitándolo. Jung no nos invita a tal cosa como cantar el sueño como un mantra. El “dilo nuevamente tan bien como puedas” tampoco sugiere —ni hace falta decirlo— que traduzcamos las imágenes oníricas a la jerga de la teoría psicológica, reemplazándolas por los términos y categorías de la escuela psicoanalítica a la que pertenecemos (sea la que sea), por ejemplo, identificando los motivos oníricos como manifestaciones del “complejo de Edipo”, “resistencia”, “pecho bueno o malo”, “función sentimiento”, “anima”, “sombra”, “sí mismo”, “complejo materno”, “arquetipo del héroe”, los varios “dioses” y “diosas”, y así.

Que todo esto se ve excluido se vuelve muy claro a partir de la declaración de Jung añadida después del comienzo de su afirmación, específicamente el dicho alquímico. “Quod Natura relinquit imperfectum, Ars perficit”. Esto implica que nuestro “dilo nuevamente” tiene que proveer valor añadido, y este valor añadido tiene que consistir en traer “perfección” al sueño, una perfección obviamente pensada como ausente en el modo en que el sueño originalmente llega a nosotros (o en el modo en que es recordado y quizás escrito como texto), en otras palabras, ¡el sueño como “Natura”! Esto es absolutamente asombroso: La perfección del sueño se supone que es nuestra propia contribución habilidosa, activa y adición a él. Y así, en una segunda mirada nos damos cuenta que el “Dilo nuevamente” está en cierto sentido en contraste radical con el “Simplemente tenemos que escuchar” que es más bien receptivo y pasivo. Demanda nuestro hablar, nuestro subir al escenario, poniéndonos en juego.

Por supuesto, en este caso nuestro propio hablar no es totalmente nuestro. Porque como sabemos, en cuanto al contenido, se supone que no debemos poner nuestro granito de arena. Todo lo que necesitamos y se nos permite es decir aquello nuevamente. Semánticamente, debemos sentirnos vinculados por lo que el *no-*ego (1), la psique, espontáneamente tiene que decirnos (o al paciente, si él es el soñador). No debemos añadir contenido nuevo que creemos que falta, ni nuevas ideas, sino solo la propia “perfección” del sueño por lo demás inalterado. Aquí la cuestión que surge es, ¿en qué sentido un simple “dilo nuevamente” puede traer la perfección al sueño cuando el sueño mismo, en el modo en que viene a nosotros desde el hablar “natural”, espontáneo de la psique, es declarado como siendo fundamentalmente imperfecto y en necesidad de ser perfeccionado? ¿Cómo es posible que el sueño, si es considerado como un sí mismo y como teniendo todo lo que necesita dentro de sí mismo, puede, sin embargo, decirse que es imperfecto? (2) ¿Qué puede faltarle? O, formulando la pregunta desde otro ángulo: ¿A qué tipo o qué sentido de “perfección” se hace referencia aquí?

Como implica la frase “tan biencomo [] puedas”, el sentido de “perfección” traído por el “dilo nuevamente” no es el sentido abstracto-universal de perfección absoluta y excelencia suprema, sino que está atado, y por lo tanto es relativo, a cada individuo que lo dice nuevamente. Todo lo que requiere la perfección que aquí se pretende es el mejor esfuerzo de cada persona, el suyo. Como tal, precisamente como siendo relativo al individuo concreto así como a la instancia concreta de su decirlo nuevamente, la “perfección” aquí es perfección absoluta en el sentido de Hegel de “absoluta” y en contraste a un sentido positivista. En otras palabras, la perfección que tiene en mente la psicología inspirada por la alquimia no apunta a la última mejor interpretación y descarta a las menos buenas. No implica un ranking de interpretaciones. No se aplica un estándar a priori objetivo para el “alto rendimiento” y “logro de lo óptimo”.

Con lo que está interesada la “perfección” alquímica es con algo completamente diferente, concretamente con la transición o trasporte del estado “Natura” al estado Ars. La perfección es el cambio de estatus conseguido, la transferencia lograda del sueño desde su estatus original de algo primariamente dado, su haber venido espontáneamente a nosotros (= Natura), al estatus de reproducción, de haber sido renacido nuevamente por el sujeto humano individual. Esta es la razón por la cual una interpretación relativamente pobre, sin embargo, bien podría volver al sueño “perfecto” (en este sentido especial), siempre que sea una que “diga nuevamente el sueño lo mejor que pueda este interprete particular”. La perfección que trae es esa que *re-*presenta el sueño en las propias palabras del sujeto humano, pero en su mismidad (es decir, con su contenido e idea dolorosamente preservada de manera inalterada). La perfección yace en la transición a la subjetividad, ¡a la re-producción del sueño recibido mediante una intervención humana habilidosa y “artificial”! Esto es lo que significa Ars aquí.

Ars en última instancia equivale a arrancar (de nuevo: en la intactidad de su Que) al sueño de la naturaleza, del estatus de algo dado, de ser empíricamente encontrado como un acontecimiento o contenido existente, y darle, secundariamente, nacimiento desde dentro de la subjetividad del sujeto que interpreta. Por lo tanto esto significa darle una nueva fuente, un nuevo origen (‘artificial’), ¡una nueva “tierra materna”! Es una revolución del —> al <—. (3) El sueño regresa a sí mismo desde el otro, desde el lado del sujeto, es devuelto a sí mismo al igual que una imagen de espejo es una imagen reflejada.

Si el sueño como viene a nosotros por su propio acuerdo como un producto de la Natura es en sí mismo imperfecto y tiene su perfección afuera de sí mismo, siendo dependiente para su perfección de su ser reflejado en la consciencia humana, tenemos que concluir que el sueño en su forma original es solo una mitad de un sueño de pleno derecho, como una cuestión sin respuesta. La plena realidad del fenómeno “onírico”, en otras palabras, es una realidad de dos partes, un tipo de fenómeno doble, pero cuya otra propia mitad está al principio ausente y necesita ser suministrada.